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Foto: Archivo
Leah Carlson- A finales de enero el presidente Donald Trump emitió una orden ejecutiva que desmantela los programas federales de equidad, diversidad e inclusión (DEI) lo que, según expertos, llevará a despidos y eliminará iniciativas contra discriminación. La orden establece que las agencias deben proporcionar a la Oficina de Administración y Presupuesto (OMB, en inglés) una lista de los puestos de trabajo, comités y presupuestos del DEI y una evaluación de si estos han sido “disfrazados” de manera engañosa para seguir existiendo.
En este contexto, el Racial Equity Institute (REI) publicó un artículo, que ofrece ejemplos históricos que invitan a reflexionar sobre la importancia y necesidad de estas políticas en las instituciones y empresas de Estados Unidos y a comprender su propósito e impacto. “La DEI no es una representación inmerecida basada en la raza, la etnia, el sexo o la capacidad, sino que por el contrario aborda las desigualdades históricas y sistémicas que han moldeado a las instituciones estadounidenses durante siglos”, asegura el documento.
“Aunque el término se ha utilizado tanto de forma eficaz como imprudente, su propósito fundamental es reconocer y rectificar las barreras que han impedido durante mucho tiempo que determinados grupos -en particular negros, indígenas, hispanos/latinos y otras comunidades marginadas- accedan a las oportunidades de aprender, ganar y liderar”, agrega.
El artículo aborda, con ejemplos, las exclusiones, incluso establecidas en la ley, que durante gran parte de la historia de Estados Unidos negaban explícitamente oportunidades a las personas por motivos de raza y etnia y que crearon barreras sistémicas que persisten en formas que siguen afectando a las comunidades de color en la actualidad. “Industrias enteras -el derecho, la construcción, la enseñanza superior, la energía, el petróleo, la banca, las finanzas y el liderazgo corporativo- se construyeron dentro de un marco que excluía legalmente la participación de los no blancos”, puntualiza el REI.
REI cita al sector construcción como ejemplo de ventaja sistémica a favor de los estadounidenses blancos. “Los contratos durante siglos se adjudicaban basándose en redes de contactos personales y no en un proceso de licitación abierto y competitivo”, asegura el instituto. Y aunque durante la Gran Depresión, la Administración de Proyectos de Obras (WPA, por sus siglas en inglés) del New Deal creó enormes oportunidades económicas, estas fueron en gran medida para los estadounidenses blancos.
Según datos de History.com, citados por el REI, la WPA construyó más de 4.000 nuevas escuelas, 130 hospitales, 9.000 millas de desagües pluviales y alcantarillado, 29.000 puentes nuevos, 150 aeródromos y 280.000 millas de carreteras que transformaron las infraestructuras de Estados Unidos, en una época en la que los trabajadores negros, indígenas e hispanos se enfrentaban a una exclusión sistémica de los oficios calificados, los salarios más altos y los puestos de liderazgo.
“Los trabajadores mexicanos y mexicano-estadounidenses, por ejemplo, a menudo se veían relegados a los trabajos peor pagados y más peligrosos de la agricultura, los ferrocarriles y la minería”, acota el REI.
Otro ejemplo de ventaja sistémica a favor de los estadounidenses blancos de la década de 1930, fue la implementación del Programa de Repatriación de Mexicanos que significó la deportación forzosa de más de un millón de mexicano-estadounidenses -muchos de ellos ciudadanos estadounidenses. “Estas deportaciones masivas se llevaron a cabo bajo la falsa creencia de que estaban quitando puestos de trabajo a los estadounidenses blancos, a pesar de que los trabajadores blancos tenían prioridad en los programas federales de empleo”, explica el REI.
Ciudadanía racializada
Según el REI, la racialización de la ciudadanía fue oficial desde los inicios de Estados Unidos como nación. De hecho, la Ley de Naturalización de 1790, aprobada por el primer Congreso de EE.UU., limitaba explícitamente la ciudadanía a las “personas blancas libres”. “Incluso después de que la Proclamación de Emancipación declarara ciudadanos a los negros, las barreras legales sistémicas se encargaron de que sus derechos fueran sólo teóricos”, puntualiza el artículo de REI.
También, para los mexicano-americanos, los puertorriqueños y otras poblaciones latinas, la ciudadanía ha sido históricamente precaria. El Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848) concedió la ciudadanía estadounidense a los mexicanos que vivían en los territorios anexionados, pero en la práctica a menudo eran tratados como ciudadanos de segunda clase. Los puertorriqueños, a los que se concedió la ciudadanía estadounidense en 1917, también fueron objeto de discriminación racial, exclusión de los beneficios federales y falta de inversión sistemática en sus comunidades.
Impacto actual del racismo estructural
Para el REI, el racismo estructural tiene un impacto persistente que puede constatarse en el hecho de que las desigualdades raciales no son “reliquias históricas”, sino que siguen influyendo en los resultados actuales.
En este sentido, el instituto cita las tasas de mortalidad materna e infantil como “crudos ejemplos” de esta realidad. “En Estados Unidos, las mujeres negras tienen entre tres y cuatro veces más probabilidades de morir por causas relacionadas con el embarazo que las mujeres blancas”, aseguran.
También las mujeres hispanas se enfrentan a tasas de mortalidad materna desproporcionadamente altas, sobre todo en estados con acceso limitado a la atención sanitaria. “Las barreras lingüísticas, el estatus migratorio y los prejuicios implícitos en el tratamiento médico contribuyen a estas disparidades”, agrega el REI.
Otro ámbito en el que se constatan los efectos del racismo estructural es el de la atención sanitaria. Los estadounidenses de origen hispano/latino tienen tres veces más probabilidades de carecer de seguro que los estadounidenses de raza blanca (Kaiser Family Foundation) y durante la pandemia de COVID-19, los latinos tuvieron mayores tasas de infección, hospitalización y muerte que los estadounidenses blancos, en gran parte debido a la exposición en el lugar de trabajo, el hacinamiento en las viviendas y el acceso limitado a la atención sanitaria.
Asimismo, la brecha de riqueza racial es persistente y creciente. Según datos de la Reserva Federal, citados por el REI, el hogar blanco promedio tiene entre 5 y 7 veces más riqueza que el hogar negro o latino promedio. Por otra parte, según la Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU., los trabajadores hispanos tienen más probabilidades de ocupar puestos de trabajo inestables y con salarios bajos, a pesar del aumento de su nivel educativo. “En 2021, los latinos tenían los ingresos semanales promedio más bajos de todos los grupos raciales/étnicos”, cita el REI.
Otro ejemplo que pone en evidencia el racismo sistémico, son las prácticas de préstamo discriminatorias. Según el National Bureau of Economic Research, los solicitantes de hipotecas negros e hispanos tienen más probabilidades de que se les ofrezcan préstamos abusivos que los solicitantes blancos con perfiles crediticios similares o peores y los empresarios latinos se enfrentan a importantes barreras para acceder al capital, con menos aprobaciones de préstamos a pesar de una sólida solvencia, lo que limita su capacidad para aumentar su riqueza a través del emprendimiento.
Para el Racial Equity Institute la equidad racial no consiste en culpar a nadie, sino en comprender cómo las políticas del pasado determinan las realidades actuales y comprometerse con un futuro en el que la raza no determine previamente los resultados. “Reconocer el racismo sistémico no significa que los estadounidenses de raza blanca no tengan problemas, sino simplemente que sus dificultades no se deben a su raza. Tampoco significa que las personas de color no puedan tener éxito, sino que a menudo se enfrentan a barreras sistémicas adicionales a las que no se enfrentan los estadounidenses blancos”.
El REI asegura que el rumbo a seguir si realmente queremos vivir en un mundo en el que la raza no determine nuestro futuro es el de “Aprender, reconocer y reparar”. “Debemos enfrentarnos a nuestra historia, aprender de ella y tomar medidas significativas”, afirman.
“El rechazo a las iniciativas de DEI no se debe a su ineficacia, sino a su eficacia. Es cierto que algunas iniciativas se gestionaron mal y que algunas personas utilizaron la ‘cultura de la cancelación’ de forma improductiva, pero la misión principal sigue siendo la misma: crear sistemas que funcionen mejor para todos”.
Finalmente, el REI asegura que abordar la historia con honestidad y dar cabida a los matices, así como comprometerse con un cambio tangible llevará a construir una sociedad en la que las oportunidades no estén dictadas por la raza, el sexo o la procedencia. “No se trata de división, sino de progreso. Hagámoslo juntos”. Subrayan.
Sobre REI
Racial Equity Institute se centra en ayudar a los líderes y a las organizaciones que desean comprender y abordar proactivamente el racismo, tanto en su organización como en la comunidad en la que trabajan.
“Nuestra experiencia es que los objetivos de comprender y abordar el racismo rara vez pueden alcanzarse en un taller de tres horas o un día. El racismo es una fuerza feroz, siempre presente y desafiante, que ha estructurado el pensamiento, el comportamiento y las acciones de individuos e instituciones desde el principio de la historia de Estados Unidos”, puntualizan.
Una de sus iniciativas, el taller Desafíos Latinos, dirigida a quienes viven o trabajan con comunidades latinas y están interesadas en acabar con las disparidades raciales en las instituciones y trabajar juntos por la justicia social, invita a los participantes a realizar un análisis crítico de cómo el racismo desempodera a los latinos, obstaculizando tanto el bienestar individual como el desarrollo de la comunidad.