Alexis Quintar- En un mundo inundado de información, la desinformación se ha convertido en un virus persistente que debilita las bases de la democracia en muchos países, y Estados Unidos no es la excepción. Lee McIntyre, investigador en la Universidad de Boston, ha desentrañado las complejidades de este problema en su libro “Sobre la desinformación: cómo luchar por la verdad y proteger la democracia”, poniendo de relieve la distinción crucial entre desinformación y error en la difusión de información. La desinformación, en contraste con la información errónea, es una mentira intencional. No solo se propaga deliberadamente con conocimiento de su falsedad, sino que también busca un objetivo específico, ya sea económico, político o ideológico. Esta estrategia ha permeado la esfera de la política, los medios y la sociedad, afectando desde la negación del cambio climático hasta las declaraciones infundadas sobre las elecciones.
Un ejemplo emblemático fue la estrategia de las compañías tabacaleras en la década de 1950, cuando crearon una narrativa falsa para desacreditar la ciencia que vinculaba el tabaquismo con el cáncer. Esta táctica no solo sembró dudas, sino que sentó un precedente para décadas de negación científica en diversas áreas. Más recientemente, durante la pandemia de COVID-19, agencias de inteligencia rusas difundieron la teoría de que las vacunas occidentales podían contener microchips de rastreo, un engaño que caló en una parte significativa de la población estadounidense. El objetivo: socavar las vacunas occidentales para favorecer la vacuna rusa Sputnik. El uso sistemático de la desinformación no solo niega verdades científicas, sino que distorsiona la realidad en general. Esta estrategia se intensificó con la llegada de la “posverdad”, evidente en líderes como Donald Trump, quien no solo mintió para persuadir, sino para afirmar su poder y manipular la percepción de la realidad.
La desinformación no solo busca que se duden de hechos específicos, sino que busca polarizar a la sociedad, creando una división entre aquellos que aceptan la mentira y aquellos que no lo hacen. Este ambiente polarizado allana el camino hacia el autoritarismo, como se vio en la gran mentira de Trump sobre las elecciones de 2020, que desembocó en la insurrección del 6 de enero de 2021. Sin embargo, McIntyre plantea que la lucha contra la desinformación es factible. Identificar el flujo desde los creadores hasta los amplificadores de desinformación es crucial. Las plataformas en línea juegan un papel importante en la propagación de la desinformación y, por lo tanto, pueden ser parte de la solución si adoptan medidas más enérgicas.
Los medios de comunicación también tienen responsabilidad, ya que confundir desinformación con información errónea minimiza la gravedad del problema. Reconocer la presencia de mentiras deliberadas y señalar a los responsables es fundamental para combatir la desinformación. Finalmente, la responsabilidad recae en la sociedad misma. Los ciudadanos pueden presionar a los medios, a los políticos y a las plataformas digitales para que tomen medidas efectivas contra la desinformación. El diálogo a nivel local, la concientización y la acción son relevantes para proteger la verdad y la democracia. En última instancia, admitir que nos enfrentamos a una guerra de información es el primer paso para ganarla. El combate contra la desinformación requiere un esfuerzo conjunto y medidas concretas de todos los sectores de la sociedad. Si no se toma en serio, el futuro de la democracia podría estar en riesgo.
El asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021: un claro ejemplo de desinformación
En la segunda audiencia pública del Comité Legislativo de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, se han revelado testimonios contundentes sobre la actitud del expresidente Donald Trump la noche de las elecciones del 3 de noviembre de 2020 y su implicación en las posteriores afirmaciones de fraude electoral que desembocaron en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Los exasesores del político conservador comentaron que el exmandatario optó por seguir el consejo del exalcalde de Nueva York, Rodolfo Giuliani. El exalcalde instó al referente Republicano, en varias oportunidades, a proclamarse vencedor y alegar fraude, a pesar de la ausencia de pruebas contundentes en la misma noche de las elecciones. La legisladora Zoe Lofgren, a cargo de dirigir la segunda audiencia, ha indicado que Trump tenía conocimiento de la falsedad de las afirmaciones de fraude que mantuvo durante semanas.
A pesar de las discrepancias y advertencias por parte de su equipo, la figura republicana continuó difundiendo estas versiones, lo que culminó con la violenta toma del Capitolio por parte de una multitud de simpatizantes. En los testimonios presentados en la audiencia, se destacó que tanto familiares cercanos como asesores instaron al exmandatario estadounidense a esperar el conteo total de votos antes de hacer cualquier declaración. Sin embargo, según los relatos, el expresidente hizo caso omiso de estos consejos y continuó promoviendo las alegaciones infundadas de fraude electoral.
Las declaraciones del exfiscal general de EE. UU., William Barr, proporcionan un panorama crítico sobre la percepción que tenía Trump de la realidad. Barr expresó que el expresidente norteamericano creía en las afirmaciones falsas de fraude electoral, a pesar de la falta de fundamentos y de ser denominadas como “basura” y “completas tonterías”. La audiencia también resaltó cómo el exmandatario aprovechó estas afirmaciones para recaudar cientos de millones de dólares de sus seguidores, incluso con peticiones de dinero que se emitieron 30 minutos antes de la insurrección del 6 de enero. La investigación muestra que se recaudaron alrededor de 250 millones de dólares después de las elecciones para financiar disputas legales sobre los resultados.
El testimonio de varios testigos, incluido un exfiscal general de Georgia, BJay Pak, y un experimentado abogado republicano en asuntos electorales, Benjamín Ginsberg, detalló los intentos de manipulación y presión política ejercida por Trump y sus aliados en varios estados. Mientras tanto, el máximo referente Republicano ha emitido sus opiniones a través de la plataforma Truth Social antes del inicio de la segunda audiencia, calificando el proceso como una “caza de brujas unilateral”. El comité, mayoritariamente demócrata, cuenta con dos miembros republicanos, Liz Cheney y Adam Kinzinger, los cuales decidieron distanciarse del exmandatario de los Estados Unidos.
Hay que destacar que el asalto al Capitolio, un evento que dejó cinco muertos y alrededor de 140 agentes heridos, marcó un punto de inflexión en la historia de Estados Unidos, alterando el trámite parlamentario de certificación de la victoria electoral de Joe Biden y sembrando una sombra sobre la tradición de transiciones pacíficas de poder en el país. El desarrollo de la audiencia ha sido revelador, apuntando a la responsabilidad de Trump en la difusión de desinformación y su relación directa con la violencia que sacudió al Capitolio el 6 de enero de 2021. Este análisis continuará arrojando luz sobre los hechos y decisiones que llevaron a uno de los eventos más sombríos en la historia política de Estados Unidos.